Esto no es como me lo contaron

O de cómo ser la madre que nunca pensaste que serías

Abuelos

30 comentarios

Antes que madre fui hija y también nieta y bisnieta, aunque sólo a la mitad. Tuve un padre ausente que decidió que no quería estar en nuestras vidas y media familia que terminó de desaparecer con una muñeca de comunión recogida en Correos con una nota manuscrita «No te preocupes, tus abuelitos te vieron hacer la comunión». En mi mente de 9 años me pregunté, y me sigo preguntando, cómo podían creer que me preocupaba la ausencia de alguien que no estaba nunca. Alguien que, de haber querido, hubiera podido hacerlo porque mi madre, clara como es, siempre dijo que podían vernos.

Los azares del destino nos llevaron de vuelta a casa de mis abuelos maternos y pasé a tener, en la práctica, dos madres y un padre, una relación de complicado encaje por el fuerte carácter de todos los protagonistas de la historia, incluyendo el mío. Crecí en un chiscón del Barrio de Salamanca de Madrid, subiendo cinco pisos para dormir cada día, con el cariño infinito de un abuelo que se fue demasiado pronto y la zapatilla atinada de una abuela con un genio de armas tomar.

La primera debacle seria de mi corta vida llegó a los 12. Mi abuelo, que había evitado contarnos lo que le pasaba porque había pasado media vida adulta ingresado, llevaba 15 días en un hospital. Creo que era un viernes pero no puedo asegurarlo porque han pasado tantos años que los detalles se deslavazan en el mar de segundos acontecidos. Una amiga de mi madre vino a recogernos, a mi hermana y a mí, al colegio y nos contó que había ido ella porque teníamos que quedarnos en su casa. Recé y recé con lágrimas en los ojos, suplicando por la vida del hombre que era mi héroe, prometiendo intercambios imposibles si el supuesto Todopoderoso conseguía que siguiera con nosotras. Aquel día ya estaba muerto. Recuerdo ese domingo en que mi madre vestida de negro nos dijo que el yayo ya no estaba. Fue la primera vez que dejé de creer en Dios.

Desde entonces nuestra vida continuó en una casa llena de mujeres que ya hubiera querido García Márquez para alguna de sus novelas. Tanto carácter en tan poco espacio era siempre un cóctel Molotov a punto de estallar. Mi abuela comenzaba cada uno de sus días con su marido en la mirada, haciéndose un poquito más vieja a sus cortos 62.  Yo me ensoñaba con mis libros, con mi lánguida música, con mis cuadernos llenos de líneas e historias a medio pensar, refugiada en mi mundo para no pensar que mi corazón se había partido por primera vez. Mientras, mi hermana llevaba su propio luto, cerquita de mí, pero sin compartir mucho más que las eternas discusiones de adolescentes que no dejaron de tener lugar hasta que se casó y se marchó de casa. Eso fue a mis 26. Confieso que mi personalidad se ha ido medrando con la edad y que entonces ni siquiera yo me aguantaba.

Hasta mis 32 permanecí en esa casa con mis dos madres, la que tuvo a bien parirme y la que nos acogió. Tres mujeres que pasaban buena parte del día separadas, que discutían mucho, pero que se reían con muchas ganas en alguna sobremesa del fin de semana. Que nos queremos es algo que ni se duda en casa. Algunos días iba a la habitación de mi abuela y me abrazaba a su barriga como cuando era pequeña, como cuando todos los problemas podían resolverse allí. Lo cierto es que cuando salí de ese piso tras casarme lo hice feliz pero las primeras semanas eché mucho de menos a aquellas dos mujeres, las conversaciones y rutinas. No acababa de encontrar mi sitio en el hogar que acababa de fundar.

Cuatro años han pasado desde entonces en los que mi abuela se ha ido haciendo más viejita. Ahora la miro y sé cuánto la voy a echar de menos cuando me falte. Se me ha hecho mayor en un suspiro y cuando la miro desde los 50 años que nos separan me apena eterno que la vida no haya sido más benévola con ella: que la hiciera nacer justo antes de la guerra; que le quitara a su madre; la pequeña de 11 hermanos, algunos desaparecidos, pasando una posguerra; que la hiciera trabajar desde bien pronto poniéndola a servir; que no le diera comodidades; que le quitara a su hombre demasiado pronto. Miro mi rutina y pienso que ella no tiene cabida, que  me es muy difícil encontrar el tiempo, pero que lo tengo que hacer, que si no lo consigo me voy a arrepentir. La veo con Ojazos y muero de amor con ellos dos y entonces sí que doy gracias a la vida que me ha permitido presentarlos.

Cuando miro atrás maldigo mi insolente juventud que me hizo creer que hay más tiempo del que es, que impidió que me parara a escucharla y me embebiera en sus pequeños ojos castaños para perderme en sus historias de posguerra. Mi yaya, tan bajita y, a la vez, tan grande.

Autor: Let

Me llamo Leticia, Let para los amigos, y siempre he querido escribir. Tengo montones de libretas con bosquejos de historias que se han quedado congelados. Tengo una novela en camino que algún día llegará.

30 pensamientos en “Abuelos

  1. En la descripción de tu abuela leo a mi madre, nacida en el 38, con sus historias del extraperlo, sacada de la escuela para servir, viuda demasiado pronto, demasiado… Yo apenas conocí a mis abuelos, a los paternos porque desaparecieron de la vida de mi madre al morir mi padre, mi abuelo materno también se fue pronto, y mi abuela cuando tenía unos 6. Sólo recuerdo el olor y las historias de mis hermanos sobre su mala leche.
    Mis sobrinos han podido disfrutar de su abuela materna, si la vida quiere que cambie de opinión y me entre el instinto maternal mi bebe no podría hacerlo.

    • Mi abuela nació diez años antes que tu madre. No quiero ni pensar la vida que llevaron, Edurne, sus sacrificios no entran en nuestra moderna mentalidad. ¿Comer mondas de patata? ¿Limpiarse el trasero con piedras? Nuestros parámetros no pasan por ese tipo de cosas.
      Tu historia es especial , muy diferente… es la tuya. Tu madre también es especial y esa conexión vuestra es muy bonita. Qué duro es verlos apagarse. Un besote.

  2. Nunca es tarde, cada segundo cuenta, disfrútala. Ella sabe que la quieres mucho. No dudes en decirselo cada vez que puedas. Yo no he tenido abuelos de los que poder disfrutar, pero pude disfrutar de una, la de mi hija…

    • Ay, amiga, cuántas historias de pérdidas, cuánta injusticia recogida en pocas líneas. Bonitos recuerdos tendrás de esa abuela entregada, que lo fue pronto porque tenía que aprovechar su tiempo. Un abrazo fuerte Laura, con aroma del pasado sin melancolía.

  3. Si te has dado cuenta y aún la tenéis con vosotros ya no tendrás que arrepentirte, dedícale todo el tiempo que puedas porque seguro que aún aprenderás mucho de ella, es increíble pero lo hacen.
    MI s abuelos también tienen historias apasionantes, contrabando, cárcel, casi una decena de profesiones…los abuelos como tú dices se vuelven pequeños pero también más y más grandes.

    • Sus historias son enormes, mucho más que las nuestras que sólo recogerán el estrés y las ganas que teníamos ver a unos hijos que, para cuando las contemos, ya serán padres. Nuestros abuelos son enciclopedias andantes, muchos de ellos con apenas estudios y sin palabras rimbombantes pero llenos de sabiduría y conocimiento populares. Y con mucha humildad, de esa de la que andamos tan escasos en esta época. Muchas gracias por pasarte Ángela. Un besote.

  4. Mi Leticia…..que decir?? saca tiempo de donde sea para compartir y crear recuerdos que algun dia te serviran de mucho, ya entiendo como has llegado a ser la gran persona que eres, gracias a personas asi. Un besazo!!

  5. Precioso… yo también crecí con mi abuela, pero la paterna.. y me disfruté y sigo disfrutando cuando puedo de sus historias, de su guerra, de su vida!. Sólo quisiera tener más tiempo y menos distancia, pero sé que eso es un lujo del que ya no dispongo. Un abrazo.

    • Mi querida Cata tienes la increíble capacidad de hacerme relativizar todo. Es cierto, aún la tengo cerca aunque el tiempo sea escaso. Debo repetírmelo cada día. El fin es inevitable pero puedo hacer más llevadero el camino. Un abrazo.

  6. Leticia, me ha encantado… Preciosa reflexión. Suerte tuviste de tenerlos tan cerca a pesar de los motivos de ese acercamiento. Tuviste más de lo que muchos tendremos porque se nos acabó el tiempo o nunca tuvimos oportunidad.
    Besazo guapa!

    • Gracias Laura por pasarte. Sé que soy muy afortunada. También que debo aprovechar el tiempo que nos quede juntas. Sólo tuve media familia pero eso en sí ya es más de lo que tienen muchos. Un beso enorme.

  7. No se si lo sabes, pero yo también me crié sin padre (y nunca lo he echado de menos). Mi familia eran mi madre y mi abuela fundamentalmente, las dos grandes mujeres de mi vida. Y mis tíos, como hermanos mayores. Siempre estuve unida a mi abuela, fui su única nieta durante 9 años. Era mi abuelita. Se fue con tan solo 57 años y no hay día en mi vida que no la recuerde. Me encantan tus palabras, yo también me arrepiento de no haber aprovechado toda la vida que tuve junto a ella.

    • Bueno, Ale, no hay que ser muy severo juzgándose con el paso del tiempo. Es muy fácil mirar ahora atrás y decir «si lo hubiera sabido». Pero lo cierto es que no lo sabíamos y que lo hicimos de la mejor forma que estuvo en nuestra mano. Siempre tendremos nuestros recuerdos. Un besote fuerte.

  8. Escribes tan bien que es una delicia leerte.

    Yo tenía un abuelo favorito de cada padre, el padre de mi padre y la madre de mi madre.

    Por desgracia a mi abuelita molona, la que me hacía los torreznos en la lumbre y llevaba pañuelo negro en la cabeza, se la llevó un cáncer cuando yo solo tenía 14 años. La lloré cosa mala. Ya sabes, adolescencia, hormonas haciendo chup-chup y sensibilidad a flor de piel (siempre la tengo así, abierta en canal, qué le vamos a hacer…). Pobre mía, qué mal lo pasó…

    A mi abuelo le pude disfrutar más, pero de un día para otro dio un bajonazo terrible (estuvo ingresado unos días en el hospital y se quedó tocado desde entonces), hasta tal punto de no reconocer a nadie. Buf, fatal… Con él siempre tuve largas conversaciones de sobremesa, era taaaaan tranquilo y bueno… Me transmitía paz y seguridad. Y creía en mi ciegamente. Solía decir a sus amigos del pueblo «Tengo una nieta que trabaja con ordenadores» jajajajaja, angelico, qué ricura…

    Me emociono al escribir estas palabras así que paaaaasapalabra! Que tengo mucho curro por delante y no es plan 😛

    Mil besos amore

    • Ay Sue, qué bonitos (a la vez que duros) tus recuerdos. Se te nota esa sensibilidad especial en cada palabra, en cada trazo, en esa preciosa mirada detrás de los cristales. Eres una de esas personas enormes (y no hablo de tu tamaño) por las que siempre le estaré agradecida al 2.0.
      Sólo puedo decirte: Gracias por tus palabras, gracias por dejar una parte de ti aquí, gracias por estar siempre. Un besote enorme.

  9. Leo tus palabras y me saltan las lágrimas al pensar en mis abuelas, se fueron tan pronto que una ni siquiera pudo disfrutar de mi gordito y eso me parte el alma…saca tiempo, saca tiempo porque cuando falten tan solo en tus sueños encontrarás esa barriga donde refugiarte de los problemas y cuando despiertas es duro.

    Un besazo enorme guapísima

    • Ay Luci… te haré caso, sobre todo porque sé que no nos queda mucho tiempo, al menos no tiempo consciente. Sé que soy afortunada por tenerla aún a mi lado, ya hace 23 años que mi yayo se fue y ella se quedó solita caminando.
      Muchas gracias por pasarte por aquí y dejarme tus palabras.

      Un beso enorme.

  10. Leti, no te prives de todo lo que todavía puedes hacer con ella. Dale todos los abrazos que puedas, jamás olvidaras esa sensación. Dale todos los besos que necesites, quierela como nunca y mirala con la más absoluta admiración por haber salido adelante y memoriza cada imagen, porque todo cabrá en tú corazón y te lo quedarás para siempre.

  11. Let, precioso. En mi propio enclaustramiento voluntario no había llegado a esta perla. Imperdible.
    Describes tan bonito que tus lectores hemos vivido contigo tu adolescencia. Las abuelas de verdad no tienen precio.
    Un abrazo

    • Tri, sabes que valoro muchísimo tus palabras. Te agradezco infinito que hayas salido de tu rincón para pasarte por el mío y dejarme unas líneas. Te adoro. Un beso enorme.

  12. precioso, yo viví cerca de mis abuelos siempre, las tres hijas volvieron a casa así que imagínate la locura que eso era (es). Aprovecha el tiempo que nunca es demasiado, el año pasado mi último abuelo se fue con 94 años y habríamos firmado por tenerlo 94 años más, pero decía que ya quería estar con la abuela y se fue con la noticia de que llegaría una bisnieta nueva, nuestra ojazos particular ❤

    • Preciosa Remorada, me imagino esa casa tan llena de gente como en una de esas novelas de Gabriel García Márquez que mencionaba en la entrada. Fíjate si el tiempo es corto que a vosotros 94 años se os quedaron escasos, creo que a mí me pasará lo mismo cuando ella se vaya.
      Muchas gracias por pasarte y por dejarme tus impresiones. Un abrazo grande.

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  15. ¡Preciosa reflexión Let! Es un momento complicado y difícil, ya sabes donde estoy cuando necesites y aferraté a los buenos recuerdos, que son muchos. ¡Besos!

  16. Ains… Lloro tus palabras y mis ausencias…
    No se lo que es tener abuelas y sin embargo las echo tanto de menos…
    Lo que ha pasado ya no lo podemos cambiar. Pero tienes páginas en blanco para escribir el futuro. Son tuyas, aprovéchalas!

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